miércoles, 19 de agosto de 2015

LA ORQUESTA DEL TITANIC.

En las actuales circunstancias del país y dado que su institucionalidad opera sin complicaciones, no pareciera que el tema constitucional sea de aquellos que, como otros, requiere urgente despeje parlamentario ni preocupa a los ciudadanos de a pie...

El programa del actual gobierno propicia dictar una nueva Constitución, opinión entendible aunque no necesariamente compartible. En verdad, del texto original de 1980 es poco lo que va quedando, pues ha sido modificado en varias oportunidades, la más relevante de ellas en el 2005, patrocinada por el Presidente Lagos. Por cierto que restan disposiciones que modificar o derogar, como las relativas a los quórums de aprobación de determinadas leyes calificadas o el sistema de modificación del texto constitucional, portada inicial de cualquier proceso de su reforma. Sin embargo, al llamado de las reformas, "el ancho caudal del gran río del constitucionalismo" admite materias de toda índole que estimulan la creatividad constituyente que, como los autores de Cádiz en 1812, quisieran redactar una Carta, nueva y fundacional, que sea "un instrumento para conseguir la felicidad de la nación".

En todo caso, en las actuales circunstancias del país y dado que su institucionalidad opera sin complicaciones, no pareciera que el tema constitucional sea de aquellos que, como otros, requiere urgente despeje parlamentario ni preocupa a los ciudadanos de a pie. Los analistas que estudian reformas que no precisan, discutibles por mecanismos que no definen, se asemejan a la orquesta del "Titanic" interpretando abstraídamente música mientras el barco se precipita hacia el iceberg que podría significar su hundimiento.

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