miércoles, 19 de agosto de 2015

LA AMENAZA DEL CELULAR

Yo, en la situación, si me dicen que mi nieto está secuestrado y me hacen oír chillidos o balbuceos, no sé si tendría la sangre fría para cortar la llamada, anotar el número del cual me llaman o pedir que me den detalles como

Nicolás Luco "No cortes el celular", le dijeron a un joven que se creyó secuestrado, el jueves. Así, impidieron que se comunicara con otros.

Los "cacos" habían diseñado una estrategia. Si el joven, colgaba la llamada, el padre habría podido tomar contacto con él.

El padre también había sido engañado y buscaba desesperado al hijo. Al él también le dijeron que no cortara la comunicación. No podían llamarse recíprocamente.

Arriesgados los "cacos": los celulares son rastreables (mi mujer puede saber siempre donde estoy, si me busca por la aplicación de iCloud).

Imagino al padre, que le hicieron creer los peores sufrimientos de su hijo secuestrado... Yo, en la situación, si me dicen que mi nieto está secuestrado y me hacen oír chillidos o balbuceos, no sé si tendría la sangre fría para cortar la llamada, anotar el número del cual me llaman o pedir que me den detalles como cicatrices, fecha de nacimiento...

Pero es lo que hay que hacer si a uno lo amenazan a distancia. O bien, como hace hoy mi mujer, simplemente colgar.

Leo los tuits de #secuestrovirtual y me asombra cómo muchos o echan a la broma el tema o dan por normal esta situación. No es normal.

No es normal andar con susto. ¿Me arrebatará el maletín ese ciclista que viene por la vereda?

También leo los WhatsApp del caso y me alienta cómo se desplegaron las redes sociales durante el difícil trance: amigos, oraciones, pistas, ¡encontramos el auto!... y finalmente una profunda carta de agradecimiento de la mamá del joven. Los mensajes transforman la ciudad en una aldea de relaciones.

Leo el relato completo, con toda su complejidad, y me asombra el nivel del trabajo de inteligencia de la mafia del delito.

Avanzo en auto por La Pincoya y veo las ventanas enrejadas. Miedo en la ciudad. Saco una bicicleta pública y me doy cuenta de que le han cortado el cable para amarrarla. Vandalismo.

La urbe ya no es el pueblo; nacen nuevas víctimas y nuevos delitos. Los celulares han generado una ciudad paralela: con originales oportunidades para sembrar miedo, para dañar al prójimo.

En Chile, según el Banco Mundial, el 89% de las personas vive en áreas urbanas; las relaciones que se dan en las metrópolis pueden evolucionar para bien o para mal. Me dan el asiento en el metro, ¡no lo puedo creer!

Igual, los nuevos ámbitos tecnológicos de la vida dan pie a nuevas virtudes y a nuevos delitos que han de aprenderse a manejar. La autoridad debe contribuir definiendo a tiempo los nuevos delitos y asignándoles penas concordantes; la policía, establecer protocolos nuevos en su acción; es un ambiente tecnológico. Y nosotros, los de a pie, adecuar hábitos, aunque nos cueste. Y renunciar a rangos de privacidad, también.

Pero está claro que, por lo pronto, hay que invertir en un asunto: bloquear tecnológicamente y con eficiencia los celulares en las cárceles. Desde allí provienen muchos de estos males.

No hay comentarios:

Publicar un comentario