lunes, 24 de octubre de 2016

VAN A IR , VAN A SONREIR Y LO VAN A PASAR BIEN.

Gerardo Varela:

"El padrón electoral es sacrosanto porque de la confiabilidad de una elección deriva la legitimidad de la democracia y de nuestros representantes...".
Un amigo educa sus niños a la antigua. Y, por supuesto, como yo he fracasado en domar a los míos, él cuenta con toda mi admiración y respeto.

Entre sus muchas virtudes pedagógicas está la frase que titula esta columna. Cuando tiene esos panoramas al que los hijos se rehúsan a asistir y empiezan con el mañoseo, él los escucha un rato hasta que se cansa y, con voz firme pero serena, les dispara: "Se acabó la discusión. Van a ir todos, van a sonreír y lo van a pasar bien. Y después, este día lo recordaremos como un día feliz en que todos nos entretuvimos".

Yo creo que esa disciplina y voluntarismo férreo califica a mi amigo para asumir el Ministerio del Interior en esta nueva hora de optimismo, buena onda y positivismo del gobierno. En estas elecciones, mi amigo hubiera ordenado que todo votante concurriera a las urnas y, sin importar que viva en Punta Arenas y vote en Alto Hospicio, les hubiera dicho que voten, sonrían y sean felices. Pienso que frente a esta tragicomedia nacional no queda otra. Esta elección está marcada por tres palabras: Indiferencia, incompetencia e indolencia

La indiferencia de la ciudadanía con la elección solo me habla de fastidio con la res publica . La elección municipal es la menos épica, pero la más relevante en nuestra vida cotidiana y, sin embargo, ni ella logró entusiasmar a los vecinos.

La incompetencia de nuestras autoridades, para una vez detectado un problema enfocarse en solucionarlo, se ha tornado patológica. En una era de emails y celulares, nuestras autoridades se comunican mediante oficios que tardan tres días en llegar a destino y tres semanas en responderse. No tienen otro propósito que, junto con denunciar un problema, poner a buen recaudo la responsabilidad del funcionario de turno, para que cuando llegue la hora de rodar cabezas no sea la suya la que caiga. Es el problema sistémico con el Estado, un monopolio, que solo castiga a los que se equivocan, pero jamás premia a los que aciertan. Es hora de un acuerdo nacional para reformar un Estado anquilosado que los políticos han capturado para los amigos y camaradas que además se solazan en la ineficiencia. Y todo con cargo a un presupuesto fiscal más grande que la economía de Uruguay.

Finalmente, la indolencia. La Presidenta, en su estado de negación, sostiene que el problema venía del año 2012. Y si era tan antiguo, ¿por qué no lo solucionó antes? ¿O ella solo soluciona los problemas que su propio gobierno genera (que, por cierto, mantendrán ocupados a los próximos tres gobiernos)?

El padrón electoral es sacrosanto porque de la confiabilidad de una elección deriva la legitimidad de la democracia y de nuestros representantes. Esta elección, y la comedia de equivocaciones que la precedió, quedará en los anales de la incompetencia nacional. Por eso, y obedeciendo al optimismo ordenado desde La Moneda, con una sonrisa recordaré este día como un día feliz en que todos nos entretuvimos... Aunque sea mentira.

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