jueves, 27 de octubre de 2016

BUENA SEÑAL, PERO CUIDADO CON CANTAR VICTORIA.


La reacción que manifestaron los electores de comunas relevantes que se animaron a votar, puede interpretarse positivamente. Es razonable concluir que, entre los que votaron, ha primado el sentido común, en contraposición a la imposición de reformas (educacional, laboral, tributaria, constitucional) que intentan forzar una concepción ideológica (el otro modelo) discurrida por una elite de iluminados y ejecutada con graves desprolijidades.

Si bien son elecciones municipales, donde lo local y el carácter del candidato debieran primar por sobre las concepciones políticas, hay, ciertamente, vínculos entre lo local y lo nacional, como son la educación, la seguridad o los servicios públicos. Por locales que sean los candidatos, ellos tienden a asumir las formas de concebir el rol de la política que distinguen a los conglomerados en competencia a los cuales pertenecen. Los de la Nueva Mayoría, siguiendo la línea refundacional, dando su aquiescencia a iniciativas impuestas desde arriba por una casta de intelectuales a cualquier costo, y los de Chile Vamos, con un enfoque más práctico y cercano a la gente.

Al parecer, la calle, entre otras cosas que le importan mucho, ha rechazado vincular una mejora en la educación a la consolidación de un monopolio estatal dominado por el sindicato de profesores y considera imprudente la idea de lograr mayor igualdad nivelando para abajo, a costa del crecimiento y las oportunidades para la gente común. Intuye que darles el monopolio a los sindicatos en las negociaciones puede no ser bueno para los trabajadores, y no concibe, frente a revelaciones recurrentes de su ineptitud, que el Estado sea siempre una solución para los problemas de la sociedad.

Las propuestas de los candidatos de Chile Vamos se han basado en el reconocimiento de la dignidad intrínseca de los electores; es decir, en el respeto a su afán y su capacidad de avanzar con sus proyectos de vida con la frente en alto, idealmente con independencia del Estado y de grupos de poder, recurriendo a la ayuda solidaria, que debiera existir y ser administrada con eficiencia, eficacia y transparencia, pero solo como un recurso de última instancia. Los chilenos ambicionan un país más libre, más digno, más próspero y en paz. A la luz de los hechos, los candidatos de Chile Vamos representarían mejor ese ideal.

¿Quiere decir que estamos a salvo de intentos refundacionales, de retroexcavadoras, del populismo? ¿Las verdaderas fuerzas progresistas, esas que potencian la infinita capacidad de inventiva y superación de las personas, agrupadas en la coalición de Chile Vamos, tienen aseguradas las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales? La respuesta es claramente no.

Solo un tercio del electorado manifiesta suficiente sensibilidad política o cultura cívica como para molestarse en votar. Un candidato con arrastre, lo que muchas veces implica apelar a las emociones más básicas, lo como demuestra el caso del candidato Trump en los EE.UU. y de tantos otros populistas, podría movilizar, por las razones incorrectas, a una masa suficiente como para conquistar el poder. El resultado de la elección municipal en Valparaíso es un caso que deberemos seguir de cerca.

¿Debemos preguntarnos si, en el contexto de una Nueva Mayoría que pavimenta el camino al populismo -al alejarse de la cordura de los gobiernos que lo antecedieron, al hacer tabla rasa de cuatro décadas de progreso, al enfatizar los derechos sociales y la igualdad y al promover los intereses de grupos corporativos vociferantes-, ante el desprestigio de nuestra "elite" política y la desafección de nuestros ciudadanos con la cosa pública, tendrán nuestras instituciones, los partidos políticos, el Parlamento, el Poder Judicial, la validación social para defender lo correcto por sobre lo presuntamente popular? Chile es aún un país en construcción y debemos cuidarlo.

Como nunca, requerimos fortalecer nuestra cultura cívica y reencontrarnos con la cosa pública. En particular, necesitamos partidos modernos que encanten a los jóvenes por el servicio público y sean capaces de convocar y movilizar a una masa de electores indiferentes.

Nicolás Ibáñez S.

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