domingo, 16 de octubre de 2016

LOS MINEROS Y LA FE.

Doy fe de que los 33 mineros atribuían a Dios el milagro de su rescate, junto con el debido agradecimiento a los agentes humanos que trabajaron tan asiduamente para lograrlo.

Me tocó recibirlos en el Hospital de Copiapó inmediatamente después de su salida, y posteriormente viajar con José Henríquez, "el pastor", a varias partes del mundo contando su extraordinario testimonio de la intervención divina que los salvó. Me llamaba la atención el efecto de su poderosa y sencilla prédica evangélica al caer esta sobre oídos post cristianos europeos: "Me dicen que ustedes, los ingleses, que antes enviaban misioneros a todo el mundo para evangelizar, incluso a mi nación de Chile, ahora se han vuelto ateos... no lo entiendo", decía con tristeza. "Pero les aseguro", continuaba con cierta picardía, "que si hubiesen estado con nosotros a casi un kilómetro de profundidad, en la oscuridad, a 38 grados Celsius, con poca agua y casi nada de comida, incomunicados del resto del mundo, su ateísmo no les habría servido de mucho y pronto habrían estado como el resto, arrodillados, orando y buscando a Dios...".

Con esa sencilla y directa reprimenda llegaba a los corazones, de tal manera, que al ofrecer oración al final, para que las personas pudieran salir de sus "minas privadas de la duda, temor, fracaso y dolor", parecía que el recinto entero (fuere una catedral de Nottingham o el ayuntamiento de Oxford) se lanzaba sobre él, ateos, agnósticos y variadas expresiones de fe para que pudiera orar por ellos, el minero chileno.

No me sorprende su postura provida. ¡Uno que ha logrado salir con vida de un vientre terrenal en respuesta a la oración, naturalmente repudia el que se busque matar a inocentes en el vientre materno!

Alfred Cooper
Ex capellán Evangélico en La Moneda

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