lunes, 17 de octubre de 2016

MANUAL DEL BUEN ALCALDE .

Sergio Micco:

"Primero, un buen alcalde debe ser eficaz; por lo pronto, debe ganar las elecciones. Para Maquiavelo, la política es el arte de adquirir, ejercer y mantenerse en el poder...".

De un buen alcalde se espera que sea un eficaz administrador, es decir, que sea técnicamente bueno. Lo que está muy bien siempre y cuando agreguemos que, primero que nada, debe ser éticamente valioso. Cicerón pide a Roma que tuviese gobernantes generosos, leales al dar su palabra y queridos por sus ciudadanos. Maquiavelo dijo que cuando se enfrentare a hombres malos que amenazaran la vida de Florencia debía ser "no bueno": miserable, desleal y cruel. Aquí reside una tragedia de la política moderna: el disociar ambas acepciones del bien -la técnica y la ética-, debiendo y pudiendo estar unidas. Un alcalde que es eficaz, pero corrupto, constituye una plaga para la ciudad, como otro probo pero incompetente es una mala noticia para la municipalidad. En consecuencia, el buen alcalde debe ser probo y capaz.

Lo dicho no es un piadoso deseo de nuestra abuelita; aunque algo de ello hay. En efecto, los seres humanos vivimos de la opinión que tienen los otros de nosotros mismos. Quien se gana fama de deshonesto, mentiroso o cruel, a la larga no podrá gobernar la república. Para Maquiavelo, la ciudadanía juzga por los ojos, lo que obliga al príncipe "no bueno" a simular o disimular ser lo contrario. Pero también juzgamos con las manos, tocando, la realidad de las cosas tal como ellas son; conociendo lo que realmente dice, hizo y hace el gobernante. La mentira tiene piernas cortas. Peter Drucker, el padre del management moderno, no podría estar más de acuerdo e insistiría en que el líder de largo aliento y poderosa travesía debe ser bueno, no solo aparentarlo. Hoy los medios de comunicación, las redes sociales, leyes más estrictas y una ciudadanía más informada y educada descubren lo que estaba oculto transformando la noche en día. En suma, los alcaldes que buscan la reelección deben ser buenos. La cosa es tan clara que el término alcalde viene de la palabra árabe al cadí, que significa "quien actúa con justicia".

Maquiavelo y Drucker están, sorprendentemente, de acuerdo en más cosas.

Primero, un buen alcalde debe ser eficaz; por lo pronto, debe ganar las elecciones. Para Maquiavelo, la política es el arte de adquirir, ejercer y mantenerse en el poder. Drucker diría que el político que se paraliza por toda clase de escrúpulos morales no necesariamente es una persona "de principios", pues negando la realidad, desde un "principio" puede entregar la ciudad al malo o al incapaz que lo vence en las elecciones. Por cierto, hay veces que es mejor perder antes que vender el alma; pero la vida es un mundo de claroscuros.

Un segundo consejo práctico compartido es que el líder debe saber adaptarse a los tiempos, ser flexible. El futuro es incierto. Hay veces que el alcalde no debe hacer lo que obstinadamente quiere hacer, aun cuando fuera el punto central de su campaña. Imaginémonos un alcalde que ha dicho que su primera prioridad es la seguridad ciudadana, pero entre la elección y el día de la investidura ocurre un terremoto que demuele todos los edificios públicos. Un buen consejo es: "Una vez que fuiste elegido, no sigas en campaña".

Tercero, un príncipe debe saber elegir muy bien a sus ministros; en ello se le va la opinión que se tenga de su inteligencia y prudencia. El rodearse de deshonestos es convertirse "en principio de escándalo e instrumento de corrupción". Para Drucker, el presidente no tiene amigos en el gobierno. El alcalde no puede llenar los cargos con personas que no tienen más mérito que el de ser sus adeptos incondicionales. Así se viola el mérito y la injusticia carcome a los funcionarios, se entrega poder a quienes, por ser amigos del alcalde, tendrán demasiado poder y llevarán la incompetencia al municipio, pues su continuidad en el cargo depende de mantener la amistad y no de los resultados que obtengan.

Cuarto, Maquiavelo aconseja ser activos, pues las dilaciones graves llevan al pueblo a la furia y a la protesta. Por eso es "mejor hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse". La oportunidad llega tarde y se va temprano. Drucker escribe que el gobernante tiene tiempo y recursos limitados. Por ello debe concentrarse y no diversificarse, acometer tareas que, en lo posible, sean de rápida obtención. Al igual que Maquiavelo dirá que el objetivo limitado debe ser parte de una gran visión. Agreguemos que no debe microadministrar. La tarea del alcalde es tomar las decisiones, decir qué hacer y luego delegar en quienes saben cómo hacerlo; controlándolos, eso sí. El gobierno es llevar el timón de la nave, no remar.

El buen alcalde debe ser bueno, ética y técnicamente; y la ciudadanía, saber elegirlos.

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