miércoles, 19 de octubre de 2016

DESALOJAR A DIOS DEL PARLAMENTO : ¿ A QUE DIOS ?

Ahora quieren eliminar a Dios de las sesiones del hemiciclo. Puede ser atendible. Pero, ¿habrá una idea sostenible detrás o será solo una muestra anticlerical más con visos de populismo político antirreligioso, ese que hace que hoy se quemen y apedreen las iglesias? También una suerte de secularización social, agresiva y belicosa, que limita toda conversación ponderada sobre el tema.

Camila Vallejo dice que "no puede ser que siendo Chile un Estado laico, definido como tal hace más de un siglo, nos obliguen a todos los parlamentarios a abrir las sesiones en nombre de Dios, siendo que muchos no profesamos la fe o tenemos creencias de religiones distintas". ¿A qué fe se refiere? ¿Sabrá que lo laico no implica no creer en Dios? Laico es quien no pertenece al clero; la mayor parte de los católicos, los protestantes y los judíos son laicos.

Han cambiado mucho los tiempos, y las condiciones del ateísmo son muy diferentes hoy a las de hace apenas treinta años. En el siglo XIX el ateísmo era combativo, duro, y en el siglo XX, teórico. El filósofo español Carlos Marmelada califica el del tercer milenio como "ateísmo indiferente", porque Dios no sería una pregunta fundamental para la gente de hoy; gente -término de filiación masiva, que excluye a unos pocos estudiosos- que adoptaría el ateísmo más como un acto de voluntad que como consecuencia de un raciocinio informado. Muchos se declaran ateos sin entender por qué, sin saber siquiera que nadie ha podido demostrar las tesis del ateísmo, como tampoco las tesis de la creencia en Dios. Así, el ateísmo resulta ser, simplemente, otra creencia, que consiste en "no creer".

Es muy interesante el libro de Marmelada "El dios de los ateos" (2015, editorial Stella Maris), un estudio respetuoso y profundo donde queda claro que el Dios que rechazan los ateos no es el Dios de los cristianos, sino el Dios imaginado por los filósofos. El Dios inmaterial de los cristianos no es el que niegan los ateos, sino la concepción de Dios de la teología racionalista, un Dios imposible e implacable como el de Kant, por ejemplo. Se equivocan otra vez, escribe Marmelada, cuando se piensa que los cristianos dicen que Dios es el Ser: "error histórico, porque esta era la opinión de Hegel". Tampoco Dios es un ser que es causa de sí mismo, como pensaron Spinoza, Nietzsche y Sartre. Eso sería imposible. Así, los argumentos teóricos ateos de los siglos XIX y XX se han vuelto inconsistentes, y por eso en nuestro siglo tales argumentos se han trasladado a la ciencia. Hoy resulta que Dios no existe porque el universo no tiene contornos en el espacio y el tiempo, o porque tiene origen, pero no causa.

Es habitual pensar que tal vez la ciencia pudiera demostrar que Dios no existe, pero eso hasta ahora no ha ocurrido. Primero, porque la ciencia se preocupa solo de procesos materiales -"tránsitos de un estado de materia o energía a otro"-, y la idea de Dios de los cristianos -también la de los judíos y la de los musulmanes- es inmaterial. Hay que escuchar hablar a Francis Collins, estudioso del genoma humano, quien tras todos sus trabajos finalmente declaró que "debe existir un principio absoluto que trasciende la naturaleza". Un misterio, en suma, que no podremos dilucidar. Es en nombre de ese misterio intangible, creador y bondadoso, que se abren las sesiones en el Parlamento.

Juan Antonio Muñoz H.

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