lunes, 14 de septiembre de 2015

REALISMO CON RENUNCIA


Andrés Velasco:
"Una figura pública no debe renunciar nunca a sus principios. Pero si los instrumentos elegidos para llevar esos principios a la práctica resultan ser malos, un líder puede (algunos dirían debe) renunciar a ellos...".

La economía crece mucho menos de lo esperado, con un bajón fuerte en la inversión. La aprobación al Gobierno en las encuestas sigue en picada. En la Nueva Mayoría cunde un desorden aún mayor que el usual. ¿Qué debe hacer el Gobierno? Gobernar. Y como gobernar es priorizar, aquí va una lista de prioridades.

Impuestos: Urge concretar lo que el ministro Valdés ya anunció: la reforma a la reforma tributaria. Reducir los dos sistemas tributarios generales a uno, eliminar discriminaciones, simplificar donde se pueda, manteniendo la meta de recaudación. Es posible partir legislando en noviembre, apenas el presupuesto esté aprobado, y terminar en enero.

Política fiscal: Enfrentamos la crisis del 2009 con una política fiscal expansiva de corte keynesiano. El actual remezón económico no se cura con la misma medicina -entre otras razones, porque el punto de partida hoy es un déficit fiscal creciente, no un tremendo superávit como el del 2007-08-. El Gobierno debe explicitar su meta fiscal estructural para el fin de la administración y a continuación ceñirse escrupulosamente a los techos de gasto que esa meta implicará para los presupuestos venideros.

Reforma laboral: Las posturas polarizadas de unos meses atrás han ido cediendo terreno. El Gobierno ya ha presentado indicaciones, pero durante el debate en el Senado todavía podría crear espacio para incorporar ideas de cuasi consenso entre expertos de diversos colores políticos: permitir el reemplazo interno bajo reglas exigentes, equilibrar entre empleadores y sindicato el poder de extensión de beneficios, mantener los pactos de adaptabilidad dentro de la negociación colectiva, volver al texto original en materia de huelga pacífica. Un paquete así no dejaría plenamente contentos ni a la Sofofa ni a la CUT, lo que revela precisamente que no es un mal paquete.

Financiamiento universitario: Aquí los zigzagueos no dan para más. El próximo plan debe ser el definitivo. Un posible curso de acción es anunciar que en el nuevo sistema los estudiantes que provienen del 60% más vulnerable de la población no tendrán que pagar nada de su propio bolsillo durante sus estudios. El monto a financiar por el Estado estaría basado en el arancel de referencia. Calificará todo joven que estudie en una universidad, CFT o IP debidamente acreditado.

Proceso constituyente: El Gobierno podría partir sincerando que no impulsará una asamblea constituyente ni nada que parezca, en el memorable calificativo del ministro del Interior, un "atajo raro". Todo cambio constitucional será abordado por el próximo Congreso, más legítimo por no haber sido elegido vía sistema binominal. Mientras tanto, que comience el debate. ¿Qué cambios hay que hacer? ¿Por qué? En eso consistirá, el Ejecutivo podría aclarar, el famoso "proceso constituyente".

Pensiones: La Presidenta y los ministros relevantes podrían convocar una vez más a la Comisión Bravo a La Moneda, agradecerle profusamente por el informe que elaboró, y anunciar acto seguido que ni los tiempos ni las platas permiten que este gobierno emprenda una reforma previsional. Se puede y debe discutir, claro está, cuáles de las sugerencias de la Comisión Bravo un futuro gobierno deberá poner en práctica.

Delincuencia: El Gobierno podría partir reconociendo la legítima preocupación de millones de chilenos que no se sienten seguros ni en la calle ni en sus casas. Acto seguido, podría plantear una restructuración de Carabineros, exigiendo que a partir del próximo año todo uniformado esté en la calle y que las labores de oficina sean efectuadas por personal civil.

Salud: Acabar con la letra chica y las preexistencias en las isapres, crear un plan mínimo universal de salud para todo ciudadano y permitir compensaciones de riesgo entre el sistema público y el privado. Esas son todas buenas ideas. Pero la reforma que las ponga en práctica debe estar impecablemente diseñada. Por eso hay que darse el tiempo para el trabajo técnico. Mientras tanto, la ministra de Salud podría anunciar un plan de emergencia para mejorar la gestión y premunir de especialistas (extranjeros si los nacionales no dan abasto) a los hospitales públicos.

Aborto: En Estados Unidos dicen que la presidencia es un púlpito. La Presidenta podría aprovechar ese púlpito en una cadena nacional para explicar al país por qué es imprescindible legislar tres circunstancias en las que será legal interrumpir el embarazo, y por qué la violación debe ser una de esas causales. A una mujer que ha sufrido el dolor inmenso de una violación, la sociedad no la puede castigar obligándola a llevar a término un embarazo no deseado. Nadie tiene mayor estatura moral en Chile que la Presidenta para decir eso, así, con todas sus letras.

Todo esto es realismo con renuncia. Una figura pública no debe renunciar nunca a sus principios. Pero si los instrumentos elegidos para llevar esos principios a la práctica resultan ser malos, en el sentido de que nos alejan de los objetivos planteados, un líder puede (algunos dirían debe) renunciar a ellos y cambiarlos por otros.

En Chile, hoy, eso significa reformar las reformas. Priorizar el resto. Y gastar capital político explicando e impulsando los cambios que sí se van a hacer. Cualquier otra cosa es, como dijo la Presidenta, wishful thinking.

Andrés Velasco

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