martes, 8 de septiembre de 2015

PARADOJA CHINA

El señor Li Baorong, embajador de China, nos ha recordado (columna anterior) la heroica resistencia de ese país a la invasión japonesa y su contribución a la victoria en la Guerra Antifascista Mundial (lo que en castellano llamamos la Segunda Guerra Mundial), de la que se cumplen 70 años. Al mismo tiempo, hizo presentes los deseos de su gobierno de promover la paz mundial, para que nunca se repita una tragedia como esa.

Sus palabras resultan muy oportunas, pero nos llevan a los chilenos a plantearnos algunas preguntas: ¿Por qué la invasión japonesa de China fue mala, y no lo es, en cambio, la ocupación china del Tíbet? ¿Por qué nos horrorizamos ante la barbarie del Estado Islámico, que destruye monumentos de valor incalculable, y el gobierno chino aún no pide perdón por la destrucción de innumerables templos y monasterios tibetanos, ni se preocupa, seriamente, de reparar los daños causados no solo a la religión de ese pueblo, sino a la cultura humana? ¿Por qué un gobierno que promueve la paz ha mantenido, por años, en prisión a Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz?

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