jueves, 3 de septiembre de 2015

LA FILOSOFIA Y EL APURO.

"Filosofar, entonces, implica escudriñar la verdad de algo, su realidad, desde una distancia y serenidad imprescindibles. El filósofo, por tanto, es aquel al cual la sobria "lentitud" en su quehacer le está plenamente justificada..."

La filosofía es una vocación que parece incompatible con el apuro. De ahí que intentar hacer de filósofo en estos tiempos tan acelerados puede ser más difícil que en épocas anteriores, cuando el ritmo del mundo era bastante sosegado. Hasta las mismas universidades, lugares en los que el pensar sin prisa debiese tener un espacio preponderante, hoy son instituciones dominadas al menos en parte por esta idolatría al rendimiento y, por ende, a consumir el tiempo en una serie de actividades cuyo propósito no es otro que el de mostrar resultados inmediatos.

La pregunta que me hago es cuándo pensar, sobre todo si el oficio de alguien es cultivar la reflexión más honda a una escala quizás mayor que la habitual. La vocación intelectual no funciona contra reloj, sino que por su misma naturaleza el oficio especulativo necesita de momentos prolongados y con horizontes de largo plazo. No es imaginable suponer, por ejemplo, que Kant haya escrito sin calma su "Crítica de la razón pura", sometido a la presión inmisericorde de un tiempo vertiginoso.

Filosofar, entonces, implica escudriñar la verdad de algo, su realidad, desde una distancia y serenidad imprescindibles. El filósofo, por tanto, es aquel al cual la sobria "lentitud" en su quehacer le está plenamente justificada.

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