martes, 1 de septiembre de 2015

POLITICA DE ESPECTACULO


"La estrategia para Trump es, como en los realities , tratar de eliminar uno a uno a sus contendores, y por eso los ataca sin compasión y los neutraliza con un discurso cargado al extremo..."

Tamara Avetikian
Decir que Donald Trump es un payaso, "políticamente incorrecto", que no es el candidato ideal y que le hace un enorme daño al Partido Republicano y a la democracia es ya un lugar común, pero hay que reconocer que ha condimentado la carrera para la Casa Blanca como solo un showman es capaz de hacerlo. Para bien y para mal: le da urgencia a la contienda electoral, pero vulgariza y rebaja el debate en serio de los grandes temas.

"Arrogante", "fanfarrón", "idiota" "payaso", "honesto", "loco", "franco" fueron las palabras que se le vinieron primero a la mente a la mayoría de los encuestados en un reciente sondeo al preguntárseles por Trump. Aun así, encabeza el bando republicano con más del 20% de las preferencias.

Trump es experto en reality shows; está en su salsa haciendo de la política un espectáculo, y rebusca en las pasiones humanas, en las emociones más bajas, en las frustraciones y en la rabia para ganarse al público. Cuando habla de inmigrantes ilegales los trata de "violadores", a uno de sus rivales le dice "pequeño y patético", a los políticos los acusa de estar manipulados por sus financistas; él, en cambio, se jacta de ser libre e independiente, porque es millonario y no le debe un favor a nadie. En una ocasión, preguntó al público si aceptaba cinco millones de dólares que le ofreció donar un empresario. A los gritos le respondieron que "no". Su estilo es el de un populista totalmente desfachatado.

La estrategia para Trump es, como en los realities , tratar de eliminar uno a uno a sus contendores, y por eso los ataca sin compasión y los neutraliza con un discurso cargado al extremo. Al menos en esta temprana etapa de la campaña (recién las primarias empezarán en febrero) se ha dado el gusto de decir lo que quiere y a quien quiere, con la mordacidad que lo caracteriza. Sus contrincantes no se atreven a atacarlo: su respuesta puede ser demoledora. Eso a la gente le encanta y los medios se fascinan en seguirle el juego, aunque no aprecien al personaje.

Sus partidarios lo apoyan porque es "entretenido", "independiente y dice lo que piensa", "extravagante", defiende la economía de EE.UU. frente a sus socios comerciales, está en contra de la política de salud de Obama y de los inmigrantes. Y porque es rico. Les gustó cómo estuvo en el primer debate, y cómo discutió con la entrevistadora Megyn Kelly (en uno de los exabruptos más groseros de Trump). Bueno, hay que considerar que esos partidarios son un porcentaje bajísimo de los electores. Si pensamos que quienes votan por los republicanos son, grosso modo , la mitad del electorado, estamos hablando del 10% de quienes votarían en noviembre de 2016. El republicano común y corriente apoya a alguno de los otros 14 aspirantes. El desafío real surgirá si ninguno de ellos es capaz de aglutinar al electorado y castigar a Trump y su discurso insolente y provocativo. En ese caso, la victoria demócrata (¿Hillary Clinton?) puede estar asegurada.

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