martes, 8 de septiembre de 2015

MIRADORES EN LA CATEDRAL.

No va a ser cosa de coser y cantar para muchas personas que quieran subir a echarle un vistazo a la ciudad y que sufren de vértigo o tienen problemas cardiacos o respiratorios o de sobrepeso. Claro que para activar los miradores deben solucionarse aún varios detalles...

Dice una canción popular que "para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita", y la verdad es que algo parecido ocurre cuando uno quiere llegar hasta los miradores que se han proyectado en la Catedral de Santiago. Empecé a subir con singular entusiasmo los primeros peldaños, pero a la mitad del camino el cansancio me frenó. Estoy cerquita de las cúpulas, pero Hernán, el guía, me dice que falta un buen trecho todavía. Apenas vi lo que restaba de escalera se me acalambró el entusiasmo.

No va a ser cosa de coser y cantar para muchas personas que quieran subir a echarle un vistazo a la ciudad y que sufren de vértigo o tienen problemas cardiacos o respiratorios o de sobrepeso. Claro que para activar los miradores deben solucionarse aún varios detalles.

"Hay que crear un cuerpo de funcionarios, de guías y guardias que conduzcan a los grupos (no más de siete u ocho personas) hasta la cima. Aquí vienen muchos drogados, locos, ebrios, delincuentes que pueden echar a perder esta iniciativa", me dice el deán, o rector, de la Catedral, padre Juan Suárez, a quien conozco desde cuando bautizó a mis hijos.

Lo concreto es que el caso de los miradores no es una cuestión de fe. Si no llega ayuda del sector privado o estatal, pasarán a la historia solo como una buena idea del MOP. A rezar, entonces, para que todo salga bien y para que (¡uf!, jadeo) vean la posibilidad de instalar un ascensor.

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