lunes, 28 de marzo de 2016

Eugenia Huici de Errázuriz, la chilena que fue "árbitro de todas las elegancias" MUJER LEGENDARIA

    
Conocida como "Madame Errázuriz" en los círculos artísticos e intelectuales de las vanguardias, Eugenia Huici poseía una sensibilidad estética adelantada a su tiempo que le permitió descubrir el talento artístico antes de que éste floreciera. París, Londres y Biarritz fueron los principales escenarios donde transcurrió la vida de esta quillotana que algunos han comparado con la figura de Gertrude Stein.
"Sin duda, el gran mérito de Eugenia Errázuriz, a diferencia de otros miembros de la gran burguesía chilena y latinoamericana que vienen a Europa como simples consumidores de bienes simbólicos, o para hacerse retratar o esculpir por los grandes maestros, es que ella comparte prematuramente opciones estéticas que en estos años están muy lejos de obtener el consenso y la consagración de la que hoy disfrutan", comenta el investigador Alejandro Canseco-Jerez en su obra "La vanguardia chilena. Santiago-París"
Eugenia Huici Arguedas era hija de un matrimonio boliviano que se radicó en la Región de Valparaíso, en una hacienda de La Calera, a mediados del siglo XIX. De elogiada belleza, a los veinte años se casó con el pintor y diplomático chileno José Tomás Errázuriz, heredero de una gran fortuna. La pareja se instala un tiempo en el fundo familiar de Panquehue, para luego emigrar a Europa, a fines del siglo XIX. Él seguiría pintando, ella se convertiría en musa y mecenas de figuras claves de la historia del arte, a quienes supo reconocer oportunamente y tender una mano. La pareja, que tuvo tres hijos, se separa en 1913, según Canseco-Jerez.
La exposición "Eugenia Huici. Una mujer visionaria" en la Casa-Museo de Santa Rosa de Apoquindo, organizada por la Municipalidad de Las Condes a través de su Corporación Cultural, rinde homenaje a un personaje cuyo legado había sido reconocido hasta ahora más bien en el extranjero. La muestra contempla desde fotografías hasta objetos decorativos, en gran parte facilitados por un coleccionista cercano a la familia.
"Estamos orgullosos de exhibir esta muestra inédita sobre Eugenia Huici de Errázuriz", manifiesta Francisco Javier Court, director de la Corporación Cultural de Las Condes. Él sostiene que tenemos grandes deudas con personas que aportaron a nuestro desarrollo y que, en su momento, se vincularon y se dieron a conocer en el Viejo Mundo, donde estaban ocurriendo los cambios cruciales. "Es el caso de Eugenia Huici", precisa.
Por su parte, Cecilia García-Huidobro, miembro del Instituto de Conmemoración Histórica, que participa también en esta muestra, reafirma que Eugenia Huici es más conocida en el extranjero que en Chile. "Le han dedicado importantes exposiciones, como la del Museo de Artes Decorativas de Buenos Aires (en 2004), por su influencia en la decoración moderna", subraya García-Huidobro. Y revela que el Instituto de Conmemoración Histórica ha votado colocar una placa en honor a Huici, cuyo emplazamiento aún no se ha definido.
Su círculo íntimo
Bajo el alero protector de Eugenia Huici estuvieron Pablo Picasso, Igor Stravinski, el pianista polaco Arthur Rubinstein y el poeta suizo francófono Blaise Cendrars, entre los más conocidos. Miriam Cendrars, hija de este último, contó que para su familia, "Eugenia Errázuriz no era una mecenas. Ella fue su ángel guardián". Blaise Cendrars le dedicó dos libros, que escribe en su La Mimoseraie, su famosa casa del balneario francés de Biarritz. A su vez, Stravinski, en su autobiografía, reconoce haber encontrado en ella "una fineza y una comprensión sin igual respecto a un arte que no era el de su generación". A José Donoso, el músico ruso le confiesa: "Tuve pianos desde que era niño. Pero no he querido nunca tanto a ninguno como el que me proporcionó Eugenia Errázuriz cuando llegué a París". El poeta Vicente Huidobro, a su vez, recomendaba que para entrar en París había que conocer a Madame Errázuriz.
En tanto, Rubinstein le consagra unas diez páginas de sus memorias y sostiene que "ya sea en las artes, en la música, en la literatura o en la decoración de interiores, ella tiene el don de ver, de oír y de sentir los verdaderos valores, la verdadera belleza". También alude a ella Marcel Proust, aunque sin nombrarla, en una escena de su novela "En busca del tiempo perdido": "tocada por el arte como por gracia divina, viviendo en departamentos repletos de pinturas cubistas, mientras un pintor cubista vivía para ellas..." Georges Painter, en su biografía sobre el escritor, dice que "Proust estaba en casa de Eugenia Huici cuando vio desembalar una caja de pinturas blancas y azules realizadas por Picasso en la ciudad de Biarritz, el año 1918".
Pablo Picasso, que recibió el apoyo decidido y generoso de Eugenia Huici desde 1916 -quien lo ayuda a organizar su vida y taller de pintor en Montparnasse-, la recompensó con su amistad y lealtad, como puede apreciarse en la extensa correspondencia entre los dos. Dibujaría veinticuatro retratos de ella, según algunos biógrafos picassianos. También habría pintado una serie de frescos (acompañados por un verso de Apollinaire) en su casa de Biarritz, en la que el pintor alojó en varias ocasiones; entre ellas, durante su luna de miel con Olga Kokhova.
Según el reconocido crítico e historiador del arte Douglas Cooper, citado por Canseco-Jerez, "es evidente que en cierto momento, dentro de la evolución de Picasso, la presencia de Eugenia a su lado fue decisiva para su florecimiento. El Picasso de los años de posguerra, el innovador cubista revolucionario de otros tiempos, se transformó en el gran artista de la Escuela de París, respetado y estudiado en el mundo entero, aunque permaneciera en su interior un genio rebelde; y eso fue indiscutiblemente, en buena parte, la creación de su inspiradora chilena".
Ocaso del esplendor
Picasso sería uno de los pocos que le devolverían la mano cuando la fortuna de Huici se acabó y ella enfrenta en Francia un período de gran necesidad económica. Ella le escribe, desde Biarritz, en junio de 1945, cuando tenía 85 años:
"Muy querido Picasso,
No sabe con qué pena le escribo para pedirle un gran favor. Estoy aquí tan vieja como Ud. puede suponer con mis años y desolada y no tengo en mi poder más de 10 mil francos así que si no puede comprarme la mesa de bronce dorado que compramos junto a su apartamento de la rue de la Boétie tendré por el momento que seguir con esta vida miserable y triste. Déme lo que usted pueda..."
Canseco-Jerez, académico francochileno radicado en París, editor de la correspondencia Huici/Picasso y autor de una biografía sobre la mecenas, sostiene que en 1939 dos acontecimientos van a precipitar a Eugenia "en una crisis financiera que la llevará a las puertas de la indigencia. Se trata de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota y la ocupación de Francia, y la muerte de su hijo Max en Chile, que velaba por el envío de remesas. Queda entonces librada a su suerte, anciana y enferma". En 1947 ella regresa a Chile.
Los descendientes de Huici no comparten plenamente esta opinión sobre su difícil etapa final. De hecho, el coleccionista Jorge Squella -que adquirió gran parte de los objetos en esta muestra directamente de Hester Ogilvie-Grant Errázuriz, nieta de Eugenia Huici-, explica que ella perdió su privilegiada situación económica, pero en ningún caso llegó a la indigencia. "Eugenia vivió sus últimos años bien cuidada en Chile, en casa de su hija Carmen, hasta los 91 años, cuando falleció producto de un choque automovilístico. Si pasó dificultades, fue antes de regresar al país", revela Squella.
Su bisnieta, Mariana Errázuriz Braun, cuenta que "La tía Hester tenía varios Picasso, y también un Boldini, de lo que recuerdo. Hester era muy cercana a su abuela, pero en cierta forma repitió la historia de Eugenia, ya que se quedó con las manos bien vacías al final de su vida".
Alejandro Canseco-Jerez lamenta que los protegidos de Eugenia Huici, "su corte, sus múltiples conocidos que la solicitaban para entrar en el círculo cerrado de los genios", no la ayudaran. Él sostiene que todos la olvidaron. "Todos, salvo uno: Pablo Picasso. Este enviaba a menudo, por intermedio de Marie-Thérèse Walter y de su hija Maya, comida y dinero a su amiga. Fue él quien le pagó el pasaje de regreso a Chile, en 1947. El terrible minotauro del arte moderno, ese hombre descrito en lo personal como frío y despiadado, siempre manifestó una ternura y nobleza sin igual hacia su mecenas", recalca.
Apuesta vanguardista
En el terreno de la decoración de interiores, Jorge Squella cuenta que en Eugenia Huici se aprecian dos épocas: "Ella primero fue 'una mujer victoriana', cuando vivía con José Tomás Errázuriz y más tarde una visionaria modernista que opta por las líneas simples, siendo precursora del minimalismo".
Para Cecilia García-Huidobro, Eugenia Huici poseía una concepción estética revolucionaria, que fue reconocida por personajes como Cecil Beaton y Jean Cocteau. "Introdujo una visión minimalista en los ambientes, pintando todo blanco, lo que era muy raro en la época, incorporando obras artísticas vanguardistas y mezclándolas con artesanías sencillas. Su motto fue menos es más", afirma.
En tanto, Alejandro Canseco-Jerez destaca que la verdadera osadía estética de Huici fue "abandonar los cánones del siglo XIX, apostando por las vanguardias en un momento en que este arte era percibido como subversivo, decadente e inmoral". Reconoce, asimismo, su intuición certera y su gusto indefectible: "todo lo que tocaba, de manera premonitoria estaba destinado a la fama".
Asimismo, reunía a los genios. En su obra sobre la vanguardia chilena, el investigador cita un encuentro realizado en casa de Huici, en preparación del ballet "Parade", dirigido por el mítico Serge de Diaghilev, en el que colaboran Léonide Massive, Jean Cocteau, Erik Satie y Pablo Picasso. Los cuatro se reúnen en la residencia de Madame Errázuriz en una cena que Cocteau caracterizó como una "noche de Babel".
Francisco Javier Court destaca que Huici "buscaba la esencia de los objetos y las obras de arte", y por eso pudo combinar objetos valiosos con otros muy simples. E incorpora este principio a su mecenazgo, porque ella no compraba obras como una coleccionista, ella descubría a ciertos artistas y los apoyaba en forma privada y consistente, sin pedir nada a cambio".
Según el escritor José Donoso, Eugenia Huici llegó a ser "un árbitro de todas las elegancias" y una "visionaria que impuso hasta hoy un 'buen gusto' creado, a cierto nivel, por esta mundana chileno-boliviana carente de todo lo que hoy llamamos una 'formación cultural seria'. El mundo, sin duda, pertenece a los grandes intuitivos..."

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