jueves, 23 de junio de 2016

Mandela: Experiencias transformadoras y coherencia personal

Nelson Mandela es un ejemplo de quien lidera para proveer experiencias transformadoras en base a su coherencia personal. Una de estas experiencias más claras es la de haber conseguido que se realizara en Sudáfrica el Mundial de Rugby de 1995, es decir, cinco años después de ser liberado tras 27 años en prisión y un año después de ser elegido Presidente. Comprende que la nación necesita unirse a través de un gran y único motivo, siendo el deporte la experiencia que posiblemente podría hacer que blancos y negros apoyaran a un mismo equipo como un solo país. Paradójicamente, en Sudáfrica el rugby era un símbolo de división, ya que su equipo, los Springboks, representaba solo a los blancos. ¿Qué le hacía pensar a Mandela que en este campeonato representarían a todos? En el libro de John Carlin "El factor humano" (2008), es posible conocer detalles de las conversaciones y hechos que ayudaron a configurar esta experiencia. En particular, el hecho de que hasta ese momento en Sudáfrica se cantaban dos himnos nacionales: el Die Stem (la llamada) y el Nkosi Sikelele iAfrika (Dios bendiga a África) que identificaban a los blancos (afrikáners) y negros, respectivamente.

En una sesión del CNA (Congreso Nacional Africano), Mandela se opone a que se reemplace el Die Stem por el Nkosi Sikelele como himno nacional: "Esta canción que eliminan con tanta facilidad contiene las emociones de muchas personas a las que todavía no representan. De un plumazo lograrían destruir la única base de lo que estamos construyendo: la reconciliación". Luego, las dos canciones se convirtieron en los himnos oficiales; sin embargo, en la toma de posesión de Mandela como Presidente se cantó el de la resistencia negra.

¿Cómo haría Mandela para convencer a los negros que apoyaran a los Springboks? Un protagonista clave fue Du Plessis, designado manager del equipo en dicho campeonato mundial y que celebró la liberación de Mandela, con la ayuda del capitán François Pienaar, que había conocido a Mandela un año antes, lograron que el equipo aprendiera y cantara el Nkosi Sikelele en el partido inaugural y en cada partido que enfrentaron, hasta llegar a la final y obtener el campeonato en su propia casa, que los había apoyado como un solo país.

Así, Sudáfrica vivió una experiencia transformadora que Mandela les había provisto, gestado en su proceso íntimo que lo transformó en coherencia consigo mismo y que lo hace efectivo para lograr la transformación de otros, gracias a su liderazgo auténtico.

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