domingo, 12 de junio de 2016

EL CANSANCIO DE BURGOS.

"Sabe que tirar el mantel suele tener alto costo, y que en política uno nunca sabe cuándo tiene que contar nuevamente con sus enemigos. A eso se suma la impronta de la vieja 'fraternidad' democratacristiana, capaz de sonreír y abrazarse aunque se tengan cuchillos en las manos

Francisco José Covarrubias La noticia era esperada, aunque no dejó de sorprender. Burgos "se cansó". Un ministro acostumbrado a la ironía fina no pudo encontrar un mejor término para argumentar su salida.

Lo que podria  parecer una frivolidad (renunciar por estar cansado no está en los códigos de ningún político) tiene una raíz más profunda. Y la respuesta está en la larga lista de desencuentros con la Presidenta y la Nueva Mayoría que se han enumerado profusamente en estos días.

No hay duda: Burgos representaba a la vieja Concertación en una coalición que rompió con su pasado. Era -paradójicamente- un opositor del mismo gobierno del que era jefe de gabinete. Y eso no era sostenible.

Por eso es que se cansó. Y por eso es que se cansaron de él.

Así, la Presidenta se sacó a Burgos del zapato. Una piedra que evidentemente le incomodó en estos 13 meses.

En su partida mostró, una vez más, ser un avezado político. Alguien que sabe que tirar el mantel suele tener alto costo, y que en política uno nunca sabe cuándo tiene que contar nuevamente con sus enemigos. A eso se suma la impronta de la vieja "fraternidad" democratacristiana, capaz de sonreír y abrazarse aunque se tengan cuchillos en las manos. Por eso es que su salida fue propia de un baile de máscaras. Burgos abrazando estrechamente a la Presidenta y luego declaraciones bajándole totalmente el perfil al hecho. Ya no era el tiempo de marcar puntos ni de hacer matices. Ellos quedaron suficientemente claros en su gestión.

El Gobierno, por su parte, esta vez reaccionó eficazmente. Nombró inmediatamente a un sucesor que cumple con variados requisitos para contar con la anuencia inicial de todo el conglomerado. Salvo por sus posturas conservadoras (que rápidamente anunció que se las guardaría para sí), Fernández representa más el mundo de la Nueva Mayoría que Burgos.

Su llegada tiene como una de sus misiones contener a la DC en circunstancias en que se hace cada vez más atractivo abandonar el barco. El nuevo sistema electoral lo hace deseable para las candidaturas parlamentarias, y en el ámbito presidencial la tentación de ir con candidato propio es muy alta. Y un escenario en el que la Nueva Mayoría lleve listas parlamentarias separadas y dos candidatos presidenciales, claramente es un escenario en el que ya no hay una coalición.

En cualquier caso, el intento fundacional de la Nueva Mayoría de aglutinar a todos parece haber fracasado. Y la fecha de caducidad, de la cual habló Gutenberg Martínez, se acerca. El intento de crear una especie de peronismo a la argentina, donde cupieran todos, no era posible en Chile. Pero todavía quedan dos años de gobierno, y de alguna forma hay que terminar lo que se empezó.

El problema es que al cansancio de Burgos parece sumarse el de Eyzaguirre y el de Valdés.

En el caso de Eyzaguirre, su apuesta inicial fue ser ministro de Educación para transformarlo en plataforma de una candidatura presidencial. Era una apuesta osada que fracasó. Ahora en la Secretaría General de la Presidencia se le ve "cansado". O más bien aburrido. Y eso hace que sus propios camaradas estén pidiendo su cabeza.

El caso de Valdés es más complejo. Ha llegado a ordenar el fango dejado por el ministro Arenas, pero está jugando su prestigio personal día a día al impulsar reformas en las que, en el fondo, no cree. Y si bien ha logrado contener "en la medida de lo posible" el impulso refundacional, ha pagado un alto costo personal. Lo que es claro es que si Valdés aduce "cansancio", sería un problema relevante para el país.

La era Burgos ha llegado a su fin. Pero como él mismo se encargó de aclarar, no termina su vida política. Y quizá se le abre una perspectiva insospechada, ya que de cierta forma es quien mejor representa lo que Ricardo Lagos personifica. Y como la posibilidad de Lagos candidato se ve cada vez más lejana -iniciar una segunda aventura presidencial a los 80 años con enemigos internos furibundos se le está haciendo cada vez menos apetecible-, Burgos podría ser un buen sucedáneo y terminar siendo el candidato de la vieja Concertación. Puede que no lo seduzca. Puede que no se lo pidan. Pero las alternativas son pocas.

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