El minuto de silencio de ayer ( Jueves 08), en Francia entera, por las víctimas del asesinato masivo del día miércoles, permitió escuchar la voz profunda de un país y una cultura que admiramos y a la que le debemos el amor a la libertad, a la poesía, y el amor al amor, ese " amour fou " (loco) del que hablaban los subrealistas .
No solo escuché el silencio de los vivos en ese minuto solemne de ayer, también escuché el silencio de los franceses muertos de todos los tiempos.
Escuché a François Villon, a Rimbaud, a Saint-Exupéry, a Blaise Cendrars, Voltaire, Pascal, Montaigne, Jean Giono, René Char, Colette, Julien Green, Pierre Réverdy, Albert Camus, Balzac, Marcel Aymé, Baudelaire, Apollinaire, Georges Brassens, Edith Piaf y a tantos otros. Son tantos.
Yo escuché a mis propios muertos, con los que todavía converso. Cada cual habrá conversado con los suyos propios. Poetas, pintores, narradores, pensadores, músicos, a los que se unen estos dibujantes del semanario Charlie Hebdo, mártires de la libertad y del sagrado derecho a la risa.
Francia no calló en ese minuto de silencio, habló como nunca, cantó, lloró, dibujó en el cielo. Imagino a alguien parado en el Pont des Arts guardando un minuto de silencio y escuchando llorar las aguas del río Sena bajo sus pies.
El minuto de ayer en Francia fue el instante para callar ante el horror y el absurdo, pero es también la pausa que funda un nuevo comienzo.
Sí, porque con este dolor indecible Francia ha muerto, y solo quien muere puede volver a nacer de nuevo.
Cristián Warnken
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