jueves, 30 de octubre de 2014

Es lo que hay...


"Lo que hay que rescatar de los jóvenes en su postura de 'bueno, es lo que hay' es el acto de realismo que pide que bajemos las expectativas. Y eso es sano. (...) es un gesto adulto y maduro"..

Los jóvenes de antaño querían cambiarlo todo. Nada era inamovible y para ser joven había que creer que la realidad era permeable y estaba en las manos del hombre. La responsabilidad era hacerse cargo de lo que cada uno quería y buscar la fuerza y la compañía para hacerlo posible. Esos jóvenes cambiaron el mundo. De verdad lo hicieron. Nunca la velocidad de cambio fue tan brutal como en los últimos 40 años de historia.

El ser humano, en cambio, permaneció estable en lo que son sus emociones y necesidades básicas. El cambio más radical lo hicieron las mujeres, pero ellas siguieron queriendo ser protegidas, y los hombres siguieron sintiendo que había un nivel de control que era suyo y no había que soltarlo. Normal, ¡la evolución toma siglos!

Cuando se puso de moda la frase "es lo que hay..." los más viejos sintieron o sospecharon que estos jóvenes habían perdido la capacidad de soñar y hacer cambios. Muchos padres se quejan de que sus hijos sean poco empeñosos, poco soñadores, que tengan pocos ideales... que solo quieran salir y ganar plata, en fin.

Lo que hay que rescatar de los jóvenes en su postura de "bueno, es lo que hay" es el acto de realismo que pide que bajemos las expectativas. Y eso es sano.

Está muy bien querer cambiar, pero no está tan bien querer cambiar cuando se ha fracasado varias veces en el intento del cambio. Insistir en cambiar al otro o a los otros, o a la ciudad en que vivo o a la cultura dominante puede ser también un acto de intolerancia a la frustración. Ponerle empeño y luego aceptar que hay rasgos o realidades que no van a cambiar es un gesto adulto y maduro. No es depresivo ni pesimista ni aburrido ni propio de los viejos. Puede incluso ser un acto de profunda humanidad. Y de respon

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