martes, 24 de marzo de 2015

El primer año de Bachelet: la culpa es de la cabra"

    Domingo 15 de marzo de 2015
La Mandataria y sus colaboradores deben mirar con nostalgia aquellos días de marzo de 2014 cuando asumía el poder con el respaldo electoral más alto del que se tenga recuerdo y con una mayoría soñada en el Congreso. Parecía, en verdad, todopoderosa...
Esta semana se cumplió el primer aniversario del segundo gobierno de Michelle Bachelet. Y, siendo justos, debemos reconocer que este año inaugural partió para ella como un caballo de carrera.
La Mandataria y sus colaboradores deben mirar con nostalgia aquellos días de marzo de 2014 cuando asumía el poder con el respaldo electoral más alto del que se tenga recuerdo y con una mayoría soñada en el Congreso. Parecía, en verdad, todopoderosa.
Tal era su influencia que lograba irradiar su potencia a todos quienes la rodeaban. Cómo olvidar la actitud de los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría, que desarrollaron pecho de paloma y caminaban erguidos por la vida sintiéndose seres superiores. Semidioses de la política. Así fue como surgieron frases como "vamos a pasar la retroexcavadora para destruir los cimientos del sistema", "vamos a dar gratuidad a todos los estudiantes universitarios", "hay que bajar de los patines a los niños que van más adelantados", "los que atacan las reformas son los poderosos de siempre", etcétera.
Es el tipo de cosas que uno dice cuando se siente "power".
Es que, para ser francos, no existía ninguna razón para imaginar que esa situación de total superioridad oficialista pudiese cambiar.
Había tanto viento en popa que la Presidenta incluso se animó a nombrar a su hijo para ocupar el rol reservado para las primeras damas y lo instaló en La Moneda, muy cerca de ella. Hubo críticas, de partidarios y detractores. Pero no importó. Había abundancia de apoyo ciudadano y capital político. "Que no se vaya a notar pobreza".
Y el gobierno mantenía su tranco de caballo de carrera. Al galope logró aprobar una importante alza de impuestos y luego impuso el fin del lucro, la selección y el copago en la educación escolar. El impulso le alcanzó para enviar una reforma laboral y comenzar a hablar incluso de la reforma constitucional.
Había problemas, desde luego. El transporte público fallaba sistemáticamente, los bombazos generaban inseguridad y la gente no lograba entender en qué les beneficiarían las tan mentadas reformas. Pero como signo de que las cosas estaban a favor de la Nueva Mayoría estalló el caso Penta, que puso en el centro del debate el financiamiento irregular de campañas electorales de un sector de la derecha. Las cosas no podían ser mejores, la oposición se encontraba arrinconada, amenazada y carecía de la capacidad de cumplir su rol de fiscalizar o corregir las políticas que intentara imponer el Poder Ejecutivo.
"¿No es todo casi perfecto?", se preguntaban en la Nueva Mayoría. "La vida es tan bella que temo que esto pudiese cambiar algún día, pero en verdad no se ve cómo podría todo esto terminar", comentaban entre ellos.
Este estado de placidez llegaba a tanto que Osvaldo Andrade, el presidente del Partido Socialista, comenzó a dedicarse al humor y ensayaba chanzas y salidas satíricas (para burlarse de la oposición, claro) cada vez que hablaba en público. Sus otros colegas hacían otro tanto y les dieron duro a todos los políticos de la UDI o a Andrés Velasco cuando las oleadas del caso Penta los magullaban.
Pero en febrero las cosas dieron un vuelco insospechado.
En medio de la embriaguez del éxito pocos en el oficialismo se habían dado cuenta de que había una bomba de tiempo instalada en el corazón de La Moneda y que se había encarnado en el primogénito de la Mandataria.
Sebastián Dávalos caminaba por los pasillos de palacio, sonriente, canchero, winner. Todos lo veían pasar, lo saludaban, le hacían bromas, ¿cómo estuvo el finde, Sebastián, jugaste paintball? Algunos se trataban de congraciar con él. Qué cool tus aros, Seba.
No sospechaban que era una bomba de tiempo caminante y que de pronto haría ¡bum!
E hizo ¡bum!, o ¡¡cataplum!!, o ¡¡¡caval!!!, más bien.
Lo que ocurrió después es lo que estamos viviendo ahora. Andrade ya no anda de humor para chistes bobos, Quintana no quiere que le recuerden nada sobre maquinaria pesada, la jefa de comunicaciones que hostilizaba "a los poderosos de siempre" por twitter fue despedida, Piñera dejó de ser una personan non grata en La Moneda, la Presidenta y todo el oficialismo comenzaron a hablar de los grandes acuerdos, de la unidad nacional, de cuidar entre todos a la democracia, que a todos nos pasa lo mismo, que hace tiempo hacía falta una nueva legislación contra la corrupción y el tráfico de influencias.
¿Quién lo iba a imaginar?
Hay quienes en la Nueva Mayoría especulan que aquí actuaron fuerzas sobrenaturales. Un hechizo, una maldición, mal de ojo, ouija.
No hay otra opción.
El rumor más bizarro señala que los últimos días de febrero desde el despacho presidencial se escuchó un fuerte grito: "¡¡¡Fue la cabraaa!!!"
Obviamente las interpretaciones derivaron en que, en efecto, la culpa de todo esto la tendría... "ella": "La Nuera".
Tenía sentido; una madre siempre defenderá al hijo regalón y responsabilizará de todos sus errores a su mujer. Es lo típico de las mamás chilenas. No me digan que no. La puedo imaginar despotricando: "ella fue la que le pegó el gusto por el lujo, porque yo lo crié austero, ella lo puso codicioso, ella lo empujó al capitalismo, el nuestro siempre fue un hogar de izquierda".
Si uno lo piensa bien, no es una mala idea, estratégicamente hablando, demonizar a "La Nuera" y convertirla a ella en la bruja malvada de este cuento.
Pero hay otra posibilidad: el horóscopo chino.
¿No será que en realidad fue el Año de la Cabra, que según el horóscopo chino partió a mediados de febrero, lo que le cambió la suerte al supremo gobierno? Pensemos; el anterior fue el Año del Caballo, que calza bastante con lo que le pasó el 2014 a la administración de Bachelet.
Es que si no le buscamos una explicación esotérica, parasicológica, a todo esto simplemente no cuadra.
Pero momento, lo más trágico de todo es que el próximo año que viene en el calendario chino es el ¡¡¡Año del Mono!!!!
Que los sagrados dragones milenarios nos pillen confesados. Porque el próximo aniversario puede terminar siendo un cumpleaños de monos.

Columnista Joe Black   

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