jueves, 10 de noviembre de 2016

Vertigo Mundial: Trump Presidente

Son muchas las lecciones que deben aprender los políticos y las democracias de todo el mundo para evitar la repetición de las condiciones de esta tormentosa campaña y compleja elección... Con un sorprendente remezón e inciertas consecuencias culminó la campaña más áspera y polarizada de la historia norteamericana: Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos.

El desconcierto prevalece entre los analistas, dirigentes políticos y la comunidad de negocios, norteamericana y extranjera. Descolocados parecen, asimismo, muchos gobernantes aliados de Estados Unidos que lentamente han asumido con pragmatismo el nuevo liderazgo.

Pocos anticiparon este resultado. Aún se debate sobre las causas y consecuencias del triunfo de Donald Trump y de la derrota de Hillary Clinton. A pesar de contar con antecedentes cuantitativos y cualitativos sin precedentes, y de disponer de abundantes sondeos de opinión, otra vez fracasaron las dirigencias políticas, las encuestas y las predicciones de expertos electorales, al igual como sucediera recientemente en el Brexit y en el referendo colombiano. El papel de los medios de prensa durante la campaña y el tratamiento informativo del nuevo mandatario serán objeto de seguro análisis y reflexión en los círculos periodísticos y académicos.

No se advirtió debidamente la profundidad del amplio malestar por el orden establecido. En política exterior no se consideró el rechazo por el elevado gasto en los compromisos de seguridad en Europa y Asia, por el involucramiento en conflictos armados que se perciben lejanos y por la competencia en los empleos de los inmigrantes ilegales.

Los partidos descuidaron la conducción política hasta hacer desaparecer las lealtades partidarias. Los demócratas perdieron su base electoral de blancos sin estudios superiores y los republicanos alienaron a latinos, afroamericanos y marginaron a sectores que favorecen el libre comercio y la responsabilidad compartida por la seguridad mundial. Pocos se atrevían a vaticinar el desenlace.

Principalmente no se sopesó en forma debida la fortaleza mediática de Donald Trump, capaz de imponerse sobre la probada trayectoria de servicio público de Hillary Clinton e instalar la deshonestidad como el principal y definitivo impedimento de su rival para acceder a la primera magistratura.

Alarmados por el curso de los acontecimientos, Obama y su popular cónyuge abandonaron sus obligaciones funcionarias para intentar asegurar a su candidata. Ahora el Presidente queda expuesto a terminar su mandato con una estrepitosa derrota política.

En un complejo sistema electoral, los ciudadanos quedaron obligados a pronunciarse entre dos candidatos vulnerables y poco confiables. Más que sus atributos, parecían motivar las mutuas descalificaciones. Escasamente se debatieron las divergentes propuestas programáticas de uno y otro. Hillary, sin provocar mayor entusiasmo, transando sus principios a lo largo de la campaña, proyectaba continuismo de las políticas de su cónyuge y de Obama. Trump, en cambio, con su fuerte personalidad, promovía el aislamiento y un rupturismo populista.

Como nunca antes, la atención mundial se concentró en una campaña presidencial. Con razón: porque el resultado incide en casi todos los rincones del planeta, aunque América Latina, con la salvedad de México, no parece preocupar a Trump.

Para Chile, además del interés por la estabilidad y la paz mundial, es importante el negativo impacto que pueden acarrear las promesas proteccionistas y antimigratorias de Trump.

La agenda del Presidente es sin duda significativa, pero está sujeta a una sólida institucionalidad que garantiza el Estado de Derecho y el correcto ejercicio del poder presidencial, limitado por la aprobación a vía legislativa para los eventuales cambios en materia migratoria, de acceso al comercio, al financiamiento, a la inversión y al intercambio del conocimiento avanzado con Estados Unidos. No todos los países cuentan con esa fortaleza institucional para contener un impulso populista de sus gobernantes.

En nuestro caso son bajas las posibilidades de que se alteren los múltiples convenios de cooperación, en las más diversas áreas, incluyendo la seguridad, el TLC, el TPP y la exención de visas para viajar a Estados Unidos. Distinta es la situación a que pueden estar expuestos los varios miles de residentes chilenos ilegales en ese país si Trump persevera en su política migratoria.

Preocupa la carencia de un entorno influyente en la formulación de la política exterior del nuevo Presidente. Distinguidos expertos republicanos en seguridad nacional y diplomáticos de prestigio declararon su preferencia por Hillary Clinton y su rechazo a la agenda internacional del Presidente electo.

Las condiciones y repercusiones de esta campaña trascenderán a la reciente elección. Si bien es un éxito electoral del Partido Republicano, que además mantuvo el control de mayoría en ambas cámaras y está en situación de definir dos nuevos jueces de la Corte Suprema de Justicia, sus líderes, legisladores y gobernadores han quedado tanto o más divididos que Estados Unidos. Su dirigencia está superada por sectores fundamentalistas y populistas que le dieron espacio y oportunidad a Trump. Algo semejante ocurre con los demócratas, fragmentados por el socialismo que impulsa Bernie Sanders, el contendor de Hillary.

Tal vez el mayor obstáculo para el progreso de los Estados Unidos es la persistente división nacional que hereda el nuevo Presidente. Alentador ha sido su llamado a la unidad y la moderación en su discurso triunfal. Para romper el escepticismo tendrá que dar pruebas concretas de su voluntad de llegar a acuerdos.

Una nación dividida expone a bloqueos la gestión y el liderazgo de la primera potencia mundial.

Son muchas las lecciones que deben aprender los políticos y las democracias de todo el mundo para evitar la repetición de las condiciones de esta tormentosa campaña y compleja elección.

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